- El IVA del yogur en España es uno de los más altos de su entorno, alcanzando el 10%
- Un porcentaje que se reduce significativamente en Portugal, donde el yogur tributa al 6%; en Francia, al 5,5%, o en Suiza, al 2,6%.
El yogur es un alimento rico en proteínas de alta calidad, calcio, vitaminas y fermentos probióticos. Desde la óptica nutricional, sus propiedades abarcan el refuerzo positivo de la salud intestinal y el sistema inmunológico o el impulso de un crecimiento y envejecimiento saludable y activo. No en vano, se trata de un alimento muy presente en la dieta, el recetario y las neveras de muchos países mediterráneos; un vertebrador de la cultura europea de cuyos beneficios ya sabían y disfrutaban nuestros antepasados en común.
Por eso, en este 9 de mayo, fecha en la que se conmemora el Día de Europa, desde AEFY nos proponemos hacer una radiografía del yogur en los países de nuestro entorno, y nos asomamos al mapa europeo para averiguar qué política fiscal siguen las administraciones vecinas en torno a este alimento esencial, tan reconocible y habitual en las líneas de los supermercados y en las cartas de los restaurantes de todo el continente.
El yogur en Europa
Pese a su gran perfil nutricional, en España el yogur y las leches fermentadas tributan al 10% en lugar de al 4%, el gravamen que se aplica a los bienes de primera necesidad. Un porcentaje, el 10%, que comparten otros países del entorno, como Austria o Italia, y prácticamente el mismo que tiene Países Bajos, un 9%.
Sin embargo, este porcentaje se reduce significativamente cuando miramos al centro de Europa, como es el caso Alemania, donde los yogures y las leches fermentadas tributan al 7%, o Bélgica, donde se aplica un tipo impositivo del 6%. También al 6% tributan nuestros vecinos lusos: un porcentaje que el año pasado se vio reducido hasta el 0%, después de que el gobierno portugués incluyese los yogures en una cesta de la compra de 44 productos esenciales con IVA cero. Estos productos fueron seleccionados por el Ministerio de Sanidad, que elaboró la lista teniendo en cuenta también cuáles eran los alimentos más consumidos por los ciudadanos.
Por último, cabe destacar los casos de Francia y Suiza, países con gran tradición de consumo y producción láctea, donde el yogur y las leches fermentadas tributan al 5,5% y al 2,6%, respectivamente.
Historia común del Mediterráneo
Pero la radiografía europea del yogur no se limita a una lectura fiscal: es también un vertebrador común de la dieta europea. Se cree que su origen está en la actual Turquía, hace más de 4.000 años, aunque algunos estudios ubican su nacimiento en la península balcánica. Sea como sea, en ambas regiones era, ya entonces, una fuente de energía y nutrientes fundamental para las poblaciones nómadas: un sustento esencial, fácil de transportar y de larga conservación.
Sin embargo, si el yogur le debe a alguien su popularidad es al microbiólogo Méchnikov, ganador del Nobel de Medicina en 1908 por su demostración de los beneficios que las bacterias del yogur tenían en campesinos de las Balcanes, donde, más de cuatro milenios después de su nacimiento, el yogur seguía siendo un elemento clave en la dieta de muchas familias. No en vano, se trata de un alimento fuente de macro y micronutrientes esenciales, entre ellas proteínas de alta calidad, minerales y vitaminas, que cubre más del 15% de la cantidad diaria recomendada de calcio y fósforo, así como más del 10% de las de vitaminas B2 y B12.
Son estas propiedades las que explican que, desde Grecia a España, pasando por Hungría, Dinamarca o Francia, casi todos los países de la región tengan en común una memoria gastronómica que pasa por el yogur: un alimento social, natural y accesible que narra la evolución de los territorios donde se consume, y que se ha convertido en una representación de la tradición, la salud y la conexión cultural e histórica de las regiones de Europa.
Y es también esa accesibilidad, así como la riqueza en nutrientes y aplicaciones del yogur, la que justifica su popularidad y nos anima, desde AEFY, a pedir al gobierno español la consideración de este como un alimento esencial y de primera necesidad: una categoría que integran productos como el pan, las frutas y las legumbres, y que les merece un IVA superreducido del 4%.