La historia del Yogur

El yogur es un vertebrador común de la dieta europea. Se estima que su origen está en la actual Turquía, hace más de 4.000 años, aunque algunos estudios ubican su nacimiento en la Península Balcánica. Sea como sea, en ambas regiones era, ya entonces, una fuente de energía y nutrientes fundamental para las poblaciones nómadas: un sustento esencial, fácil de transportar y de larga conservación.

Sin embargo, si el yogur le debe a alguien su popularidad es al microbiólogo Iliá Méchnikov, ganador del Nobel de Medicina en 1908 por su demostración de los beneficios que las bacterias del yogur tenían en campesinos de las Balcanes, donde, más de cuatro milenios después de su nacimiento, el yogur seguía siendo un elemento clave en la dieta de muchas familias. No en vano, se trata de un alimento fuente de macro y micronutrientes esenciales, entre ellos proteínas de alta calidad, minerales y vitaminas, que cubre más del 15% de la cantidad diaria recomendada de calcio y fósforo, así como más del 10% de las de vitaminas B2 y B12.

Son estas propiedades las que explican que, desde Grecia a España, pasando por Hungría, Dinamarca o Francia, casi todos los países de la región tengan en común una memoria gastronómica que pasa por el yogur: un alimento social, natural y accesible que narra la evolución de los territorios donde se consume, y que se ha convertido en una representación de la tradición, la salud y la conexión cultural e histórica de las regiones de Europa.