El próximo 29 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Salud Digestiva, una fecha instituida por la Organización Mundial de Gastroenterología (WGO por sus siglas en inglés). Este año 2020, la WGO ha decidido enfocar el evento en la microbiota intestinal: esa población de microorganismos que habita nuestro sistema digestivo y que se encarga, entre otras funciones, de ayudar a nuestro organismo a digerir ciertos alimentos, a combatir las agresiones de ciertos patógenos y también a contribuir a la producción de algunas vitaminas.
Desempeña un papel importante en nuestro sistema inmune y, por ese motivo, mantener una microbiota saludable y equilibrada es esencial para una función digestiva adecuada y una salud integral, como han demostrado numeroso estudios desarrollados hasta la fecha.
Mantener la cantidad y diversidad de bacterias que forman la microbiota –más de 100 millones con más de 1.000 especies distintas- es un objetivo que depende, en parte, de las condiciones de nuestro entorno, pero también de nuestros hábitos de vida, fundamentalmente de nuestra dieta.
La alimentación desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la diversidad y el correcto funcionamiento de nuestra microbiota, esta debe ser variada y equilibrada.. Así, cuando nos alimentamos, alimentamos también a los cientos de millones de bacterias que habitan en nuestro sistema digestivo. Si lo hacemos, además, incluyendo alimentos prebióticos y probióticos, nos aseguramos una serie de efectos beneficiosos para nuestra microbiota intestinal que tendrán un impacto directo en otras funciones del organismo, entre ellas, la digestión.
En este terreno, el yogur tiene mucho que aportar. Estamos ante el alimento probiótico más popular y más consumido en el mundo. Los microorganismos vivos que el yogur contiene, sus fermentos – el Lactobacillus bulgaricus y el Streptococcus thermophilus son los más conocidos y también estudiados- promueven diversos e importantes beneficios en nuestra salud y en nuestro bienestar contribuyendo al confort digestivo y al equilibrio de nuestra flora intestinal. Gracias a sus fermentos lácticos, el yogur proporciona ‘bacterias amigas’ que tienen efectos beneficiosos sobre nuestra salud y ayudan a la microbiota intestinal a frenar el crecimiento de las bacterias nocivas.
Por su lado, los prebióticos – ingredientes no digeribles de los alimentos- que se encuentran de forma natural en muchas verduras, frutas y cereales, se encargan de promover el crecimiento y la actividad de algunas especies bacterianas.
En definitiva, los microbios alojados en nuestro intestino influyen en cómo el organismo procesa los alimentos pero éstos, a la vez, pueden alterar la comunidad microbiana.
La microbiota intestinal es única en cada persona, comienza a formarse a partir del momento del nacimiento, y evoluciona a lo largo de la vida. Alrededor de los 3 años de edad, queda prácticamente definida su composición, como podemos verlo en esta infografía de la plataforma Gut Microbiota for Health.
El yogur y los lácteos fermentados, aliados de la microbiota
La humanidad lleva milenios consumiendo yogur y otros lácteos fermentados. Como han demostrado los expertos, consumir alimentos fermentados con microorganismos vivos como el yogur, no es solo una buena manera de ingerir nutrientes, sino también una fuente de bacterias beneficiosas para la microbiota y, por ende, para nuestra salud.